Dicen que la belleza es una noción abstracta ligada a numerosos aspectos de la existencia humana. Vulgarmente la belleza se define como la característica de algo que a través de una experiencia sensorial procura una sensación de placer o un sentimiento de satisfacción.
Pues bien, a veces, y solo a veces, cuando estás tan ligado a la belleza, cuando es algo a lo que estás habituado, cuando se ha convertido en parte de esa tu otra vida, os puedo asegurar que el sentimiento o sensación es contrario a la definición.
Aún recuerdo la llamada de mi flor favorita, y puedo percibir en mi cerebro el aroma de pánico que dejó en mí al colgar el teléfono. Sin saber por qué, nunca me lo dijo, tenía enfrente un proyecto tan alejado de mi mundo como desafiante a explorar algo que no hice en su momento en mi vida personal. Tan solo recuerdo como un sueño volver a casa, convertido en “Penguin”, repitiéndome en mi cabeza esa frase que tanto me motiva “Si alguien lo puede hacer, yo también puedo”.
No es difícil fotografiar a alguien, ni mucho menos complicado cuando se trata de escenas más que programadas de ejercicios concretos. Ahora esto, ahora lo otro, ahora así, ahora de esta manera, y así durante 9 meses seguidos, surfeando en una aventura llena de anécdotas y toma de decisiones sobre la marcha que curiosamente iban sacándome del trámite con recursos tan inusuales como efectivos. Pero la angustia llega en el momento en que pasas de hacer fotos a tener que hacer “la foto”.
Pilar, representa todas las acepciones de definición de belleza. Aglutina cualquier marcador sensorial relacionado con la admiración del ser humano y sumergirse en el océano de sus ojos es ahogarse sin burbujear de satisfacción. Pero cuando no tienes nada, ni siquiera una escena donde apoyarte a veces el camino más corto es el más eficaz. Solo tuve que descodificar que representa un embarazo, intentar sentir la felicidad que infunde y sobretodo representarlo de manera donde la futura madre destacara por encima del resto de elementos del encuadre.
El blanco fue la clave, porque en cierta manera representa todo lo opuesto al negro que tanto usamos los dos en el mundo que nos une. Usando el blanco, desnudando todos los cojines de su casa quise transmitir esa imagen de bondad, de pureza, de inocencia, de paz, de humildad y sobretodo de amor que toda madre siente hacia el nacimiento de su hijo.
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Hola Vicent. M’ha encantat! És increíble l’art que tens per a escriure. Seguix així