Marilyn Manson nació para la provocación, para no pasar desapercibido, para ser alguien a pesar de todo. No vamos a descubrir sus personalidades múltiples ni vamos a intentar justificarlo. Pero a Marilyn tan solo hay que entenderlo y sobretodo disfrutarlo.
Vive en un constante estado de “Sweet Dreams” que le han llevado a pertenecer a esa élite musical de “The Beautiful People” que “Kill4Me” en una orgía de “Tainted Love” en lo que él considera “This Is The New Shit” y a la que pertenece.
Sólo he coincidido con él dos veces, en sendos festivales y he podido ver, sentir y vivir de primera mano sus dos versiones más significativas.
Por una parte el Marilyn Manson dulce, humano, y comprensivo. Capaz de llevar a toda una organización de festival de cabeza en busca de un whisky exclusivo con que combinar sus rarísimos chocolates y acabar cenando una patata asada con zanahoria espolvoreada por encima mientras juguetea con mi hija de apanas 2 años en un backstage plagado de una especie de paramilitares encabezados por una rubia despampanante a modo de jefa personal de seguridad del reverendo.
Por otra parte, el Manson estúpido, caprichoso, capaz de obligar a una organización a forrar su camerino de satén negro azabache y mantener una constante temperatura de 19ºC. Ni uno más, ni uno menos. Comprobado antes de su llegada por todo un séquito anticipado a su presencia. Capaz de ver como alguien le dice “eres un capullo engreído” por la negativa de firmarle un autógrafo y a modo de subasta ofrecer 15.000$ por quien sea capaz de identificar, localizar y llevar ante su presencia a tal irreverente con su propia persona.
Manson es así de fascinante, de cautivador, de especial pero sobretodo de diferente al resto que es de lo que se trata para destacar ante como dice él tanta mierda en el mundo.